La Derecha Alternativa como antagónica a la lógica neoliberal

The Alternative Right as antagonist to neoliberal logic

Ander Rivera Guerrero*

Universidad Complutense de Madrid (UCM)

Resumen: Este artículo aborda la compleja relación entre la Derecha Alternativa y el neoliberalismo desde una perspectiva teórica y analítica. El estado de la cuestión ha caracterizado a la Derecha Alternativa como un nuevo espacio político, de características ultraconservadoras, cuyo propósito es convertirse como hegemón cultural en internet. Como ya han señalado otros académicos, se construye, como su nombre indica, contra la derecha hegemónica por su complacencia a la izquierda posmarxista y al neoliberalismo contemporáneo. El objetivo principal de esta investigación es dilucidar cuáles son las características y fundamentos que hacen romper a la Derecha Alternativa con la lógica neoliberal, para posteriormente entender su retórica y sus pretensiones.
En suma, debido al entendimiento del organicismo y autoconservación de la Derecha Alternativa, sostiene que, el neoliberalismo abocará a la destrucción de las naciones en favor de una economía global. Las herramientas de politización con las que cuentan no es más que su método para señalar a una ideología y prácticas hegemónicas —neoliberales— y las consecuencias de la globalización: más poder para organismos supraestatales, transnacionales y filántropos con intereses inquietantes y una nación desamparada al nuevo orden mundial.

Palabras clave: Alt-Right, neoliberalismo, globalización, conservadurismo y reacción.

Abstract: This article addresses the complex relationship between the Alt-Right and neoliberalism from a theoretical and analytical perspective. The state of the art has characterised the Alt-Right as a new political space, with ultra-conservative characteristics, whose purpose is to become a cultural hegemon on the internet. As other scholars have already pointed out, it is built, as its name suggests, against the hegemonic right because of its complacency to the post-Marxist left and contemporary neoliberalism. The main objective of this research is to elucidate what are the characteristics and foundations that make the Alt-Right break with neoliberal logic, in order to subsequently understand its rhetoric and pretensions.
In sum, due to the Alternative Right’s understanding of organicism and self-preservation, it argues that ­neoliberalism will lead to the destruction of nations in favour of a global economy. The tools of politicisation they have at their disposal is nothing more than their method of pointing to a hegemonic ideology and practices —­neoliberalism— and the consequences of globalisation: more power for supra-state bodies, transnationals and philanthropists with disturbing interests and a nation helpless in the new world order.

Keywords: Alt Right, neoliberalism, globalization, conservatism and reaction.

* Correspondencia a/Correspondence to: Ander Rivera Guerrero. Universidad Complutense de Madrid (UCM) - Anderriv@ucm.eshttps://orcid.org/0000-0002-9742-340X

Cómo citar/How to cite: Rivera Guerrero, Ander (2023). «La Derecha Alternativa como antagónica a la lógica neoliberal»; Inguruak, 74, -52. (https://doi.org/10.18543/inguruak.232).

Recibido/Received: 11 febrero, 2023; Versión final/Final version: 16 mayo, 2023.

ISSN 0214-7912 / © 2023 UPV/EHU

by-nc.png Esta obra está bajo una Licencia
Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional

 

1. Introducción

Son ya numerosas las investigaciones que tratan de caracterizar a la Derecha Alternativa como un movimiento político diferenciado. Quizás, el primer intento de ello, fue de la mano del académico George Hawley con su obra «Making Sense of The Alt Right» (2017), en la que no solo describe el movimiento político, sino que trata de trazar una genealogía al movimiento político, con demasiadas referencias estadounidenses. Hawley ha señalado a la Derecha Alternativa como la culpable de la radicalización masiva de los internautas (2019) y cómo estos han provocado un clima de crispación en internet. Es decir, la Derecha Alternativa no sería otra cosa que «jóvenes que comenzaron a compartir sus experiencias y rabia con altas dosis de humor donde predominaba el machismo, el racismo y la homofobia» (Reguera, 2017), amparándose bajo el anonimato de internet y el resguardo de sus avatares.

Es pertinente remarcar que, en el último año, las últimas investigaciones han decidido hacer una pequeña matización dentro del movimiento político de la Derecha Alternativa, y es que han llamado movimiento groyper a los conocidos como trolls de internet (Hawley, 2021) que se nutre ideológicamente de la Derecha Alternativa, pero que su construcción es totalmente horizontal y a la Derecha Alternativa como movimiento político más vertical con ideólogos propios (Rueda, 2021) y organizados en foros. En suma, se trata de un nuevo movimiento político, que se manifiesta en diferentes foros y redes sociales de internet, cuya arma política es la sátira, ironía y humor negro a través de la memética (Nagle, 2017), para así politizar internet a su favor y dar la batalla cultural (­Kaiser, 2009).

Los autores anteriormente citados, sostienen que la Derecha Alternativa proviene o se nutre de pensadores paleoconservadores[1] (Rueda, 2021), en oposición a posturas neoconservadoras —en términos estadounidenses— y neoliberales. Sin embargo, partiendo desde los trabajos de Reguera (2017) y Raim (2017) asumiendo que existe la Derecha Alternativa como espacio diferenciado, y respetando las genealogías trazadas por los autores acabados de mencionar, sostenemos que la Derecha Alternativa se nutre del espacio más conservador posible, el neoconservadurismo (Bell, 1994) (Berger, 1986) y que a su vez, tiene la capacidad de aunar fundamentos y demandas de movimientos políticos reaccionarios.

Así, asumimos que la Derecha Alternativa se trata de un movimiento político (Del Águila, 2002) nacido en la plena posmodernidad, con clara relación con el mundo conservador (y reaccionario), pero que sus militantes o personas afines no provienen —en su mayoría— de este sector, pues muchos de ellos son urbanitas y muy jóvenes. De este modo, debido a la reacción de la Derecha Alternativa a identidades o ideologías posmodernistas[2] y relacionadas con la teoría crítica o el marxismo cultural (Moldbug, 2009), toman posturas o tesis anti-minorías.

Debemos de recordar, que tal y como sostiene Raim (2017), los partidos políticos en la actualidad no contienen una ideología como tal, sino que funcionan como captadores de diferentes ideologías entremezclándolas. Es así como la Derecha Alternativa intenta influir en diferentes partidos políticos para que adopten su lenguaje (incluso sus memes, como pepe the frog[3]) y/o sus demandas (Del Campo, 2007), ya que las ideologías que dotan de cosmovisión del mundo han quebrado (Del Águila, 2002).

Más concretamente en esta investigación pretendemos estudiar la crítica que mantiene la Derecha Alternativa al neoliberalismo, desde una perspectiva teórica. La intención de este manuscrito es vislumbrar el porqué del distanciamiento de estas dos ideologías o movimientos políticos, cuando supuestamente tienen vasos comunicantes pues ambas pertenecen a la tradición ideológica liberal conservadora. Como se irá detallando a lo largo del artículo, esto se produce por un quebrantamiento e imposibilidad de encuentro entre la lógica conservadora y el liberalismo político —y por tanto el razonamiento económico—. Por tanto, el objetivo principal del manuscrito es detallar el distanciamiento de la Derecha Alternativa con el neoliberalismo. Como se irá detallando, el mundo conservador —en general— se aleja del neoliberalismo —y por ello nace la ola nacionalpopulista (Eatwell y ­Goodwin, 2019) contemporánea, en la que se encuentra la Derecha Alternativa— por entender que el neoliberalismo no garantiza el organicismo y la autoconservación.

El cuerpo del texto se compone por cuatro epígrafes diferentes, los cuales tratan de explicar diferentes aspectos sobre el objetivo del manuscrito. El primer epígrafe tiene como objetivo principal evidenciar el distanciamiento que se ha ido produciendo entre el conservadurismo occidental y el liberalismo (Aguilera de Prat, 2020), provocando reacciones y movimientos políticos de carácter iliberal. El objetivo del segundo epígrafe trata de realizar un pequeño aterrizaje en la lógica neoliberal (Steger y Roy, 2011) y evidenciar las discrepancias fundamentales con la Derecha Alternativa (González y Rodríguez Moreno, 2020). En el tercer epígrafe se muestra el argumentario de Derecha Alternativa, gracias a los dos anteriores puntos, para entender por qué la Derecha Alternativa entiende al neoliberalismo como enemigo político: por no respetar el organicismo (Nagle, 2017). El objetivo del último epígrafe tiene la intención de desgranar cuál es la retórica desplegada de esa animadversión.

En esta investigación teórica se realizará un análisis de la historia intelectual y de las ideas (Gordon, 2008), teniendo en cuenta la óptica contextualista (Skinner, 1969), explicando los diferentes significados de los contenidos y conceptos en su forma multinivel, evitando «textualismo» y comprendiendo la fuerza ilocucionaria de los autores (Bocardo, 2007).

2. La ruptura del mundo conservador con el liberalismo político

Como ya se ha adelantado en la introducción, el mundo conservador ve de forma intolerable los nuevos postulados neoliberales —entendidos como liberal progresistas por la Derecha Alternativa— (Molas, 2022) ya que romperían el organicismo en un primer lugar, y la autoconservación en consecuencia. Es por ello, que el conservadurismo reacciona —como se puede observar en las tesis de Hirschman con la «tesis de la perversidad» (Hirschman, 2020), puesto que un movimiento tendrá como consecuencia una reacción al mismo— y de este surgen nuevos movimientos políticos, denominados en general, ola nacionalpopulista (Eatwell y Goodwin, 2019).

Con el fin de la Segunda Guerra Mundial y el retroceso de la primera revolución conservadora[4] —alemana, que se extenderá posteriormente—, el social liberalismo y el conservadurismo convergen en un matrimonio de conveniencia (Aguilera de Prat, 2020: 447). Esto ocurre ya que el conservadurismo asume las tesis liberales puesto que entienden que es lo único que puede garantizar la autoconservación nacional tras el fin de los regímenes e ideologías de tercera posición —en las que se enmarcarían los fascismos, las derechas radicales y los conservadores autoritarios[5] (Payne, 1986), estas corrientes conservadoras podrían sostener que serían capaces de garantizar la autoconservación—. Ocurre algo similar con la creación del liberalismo conservador, en la que los conservadores de países protestantes, como Edmund Burke (Rivera García, 2010), asumen que el liberalismo es parte de la tradición cultural de la nación y por tanto garantiza la autoconservación, mientras que diferentes «reaccionarios» como Donoso Cortés (2022) o De Maistre (Murciano, 2011), de tradición católica, afirman que el liberalismo no es parte del ethos nacional, tal y como sostiene Hirschman (2020), la diferencia entre el conservador y el reaccionario es la complacencia o no del statu quo o de la hegemonía ideológica.

2.1. La Segunda Revolución Conservadora

La política, entendiendo por esta los procesos culturales y las batallas ideológicas, cambiarán sustancialmente desde Mayo del 68 y otros movimientos similares como las protestas contra la Guerra de Vietnam o la Revolución de los Claveles, y es que, quizás no de forma instantánea, pero a la larga serán los cimientos de una nueva izquierda (Férriz, 2018). Esta nueva izquierda, desencantada con la URSS, busca nuevos horizontes y sujetos políticos a los que referenciarse (Noya, 2018), debido a la influencia de la teoría crítica y la posmodernidad (Ferriz, 2018), señalando el autoritarismo del socioliberalismo y Estados de Bienestar, debido a sus únicas preocupaciones materiales.

Aludiendo a la tesis del riesgo[6] (Hirschman, 2020), se producirá una segunda revolución conservadora en la que intentarán poner freno a las nuevas propuestas de la izquierda sesentayochista. En la segunda revolución conservadora dos ideologías o movimientos políticos se disputarán la hegemonía: el neoliberalismo y el neoconservadurismo (Férriz, 2018). Aunque ambas ideologías están enfrentadas a muerte, mantienen una crítica conjunta al Estado de Bienestar, y es que sostienen que es ineficiente y que mediocrizan a los hombres en particular y a la sociedad en general, «la peligrosidad de la demasiada intervención estatal, convirtiéndose en un Estado de Bienestar desorbitado que no deja crecer a los individuos por sí mismos y se convierten en plenamente dependientes del Estado» (Sloterdijk, 2003). Evocando así a la tesis del riesgo, puesto que «las propuestas de Thatcher y Reagan —entendidos como neoliberales— intentan restaurar un ethos que había sido socavado por el capitalismo de bienestar» (Hirschman, 2020: 22).

En esta segunda revolución conservadora, el neoliberalismo es claramente hegemónico, mientras que el neoconservadurismo es condenado al ostracismo, donde su presencia es únicamente en pequeños núcleos académicos. Tal y como se mencionará en el tercer epígrafe, el neoliberalismo, a pesar de mantener su lógica (intra)darwinista[7] social y su naturalización de la desigualdad (Catalina, 2021: 222) propia del liberalismo conservador —ya que el primer liberalismo no tenía esta concepción, sino que es una relectura del liberalismo conservador y su organicismo meritocrático—, despoja de valores conservadores su propia ideología, por lo que, para los conservadores, ponen en peligro sus dos principios clave: el organicismo y la autoconservación.

El liberalismo contemporáneo, al poner en cuestión dichos principios, produce así un distanciamiento sustancial entre el conservadurismo —Derecha Alternativa en este caso— y el liberalismo contemporáneo —entendido como neoliberalismo o como liberalismo progresista como veremos en siguientes epígrafes—.

2.2. Quiebra del organicismo

El primer fundamento de la visión conservadora es el organicismo, esto es, entender la sociedad como un todo, «como una conexión mutua entre partes que conforman una totalidad» (Gaudio, 2014: 17), en la que existen jerarquías, pero todos sus elementos tienen el mismo valor, pues forman un todo unívoco. Cuando el sistema organicista se ve peligrar, se produce la paradoja conservadora, y es que, el conservador actúa para mantener la autocon­ser­va­ción —de forma política o intelectual— y, por tanto, la autoconservación se convierte en conservación y pasa de ser natural a ser humana. Es por ello, que no podemos tratar al conservadurismo como una ideología de forma continua, sino como un estado de intransigencia (Hirschmann, 2020), en el que la línea entre ser conservador y reaccionario tan solo es si se necesita conservar el ethos nacional o si por el contrario su autoconservación está asegurada.

Esta autoconservación sólo se puede dar, si se respeta de forma íntegra el organicismo. En otras palabras, si se comprende a la sociedad de forma atómica, ideologizada o como un campo de lucha ideológica, se entiende que se produce la quiebra del organicismo, porque «son enemigos de tener un conjunto de ideas que realizar en la sociedad… Son ideas de una posición que son militantemente antiideológica, ya que no tiene programa de acción y que lo fía todo a la experiencia política» (Rivero, 2020: 46).

Por todo esto, el conservadurismo rechaza de facto las ideologías de carácter teleológico, universalista y con un proyecto holizador atómico[8] (Bueno, 2003), no respetando la contingencia espacio temporal. Ahora bien, su organicismo no es más que la holización anteriormente dada, que se ha insertado en las prácticas políticas contemporáneas y que se ha mimetizado con el ethos nacional.

Un ejemplo de lo acabado de mencionar serían las posiciones de transigencia de Burke o intransigencia de Donoso Cortés. Y es que el primero es considerado como contrarrevolucionario porque asume el liberalismo político como parte del ethos nacional, ya que Reino Unido tuvo su revolución liberal cien años antes, mientras que Donoso Cortés es considerado como reaccionario (Villar Borda, 2006) (Bueno, 2008), ya que asume que el ethos de España no pasaba por el liberalismo político.

En suma, el tratamiento del conservadurismo como una ideología continua, sería un error. Como ya hemos adelantado, es pertinente caracterizarlo como una forma de intransigencia, en la que el conservadurismo es una «ideología camaleónica» (Baqués, 2020), en la que tiene la capacidad de impregnar a otras ideologías o movimientos políticos de conservadurismo. No sería una ideología, sino una posición contra algo (Bueno, 2008), ya que todas las «ideologías» son revolucionarias, progresistas o reaccionarias (o conservadoras cuando son hegemónicas) dependiendo de sí son hegemónicas o contrahegemónicas (­Mouffe, 2007).

Por tanto, podemos entender el conservadurismo, no como una ideología, sino como una lógica. Esto es, en las sociedades occidentales, desde Edmund Burke, ha existido una relación muy estrecha entre el liberalismo y el conservadurismo (Rivera García, 2010) gracias a la holización atómica liberal (Bueno, 2003) debido a que el conservadurismo entiende, que el organicismo, al formar parte de su ethos nacional, respeta el organicismo y por tanto la autoconservación. Esto evidencia que el conservadurismo occidental tan solo absorbió como propios los principios fundamentales liberales por practicidad y conveniencia (Rivero, 2020).

De este modo, el organicismo peligraría por el reconocimiento de identidades o colectivos más allá del reconocimiento de ciudadanos. Es decir, reconocer que existen colectivos desfavorecidos o minorías, como pretenden representar las identidades o ideologías posmodernistas, léase el feminismo —ideología de género según su entendimiento—, los planteamientos LGBT, el ecologismo, el animalismo… es incomprensible en un todo unívoco (Gaudio, 2014) que naturaliza la desigualdad, o lo que es lo mismo, sostiene que la desigualdad es buena y natural, debido a que no se puede atajar y beneficia el desarrollo s­ocial.

2.3. La autoconservación en peligro

El segundo fundamento del conservadurismo es la autoconservación, esto es, la protección de forma natural del ethos nacional. Conservadores como Edmund Burke, defienden esta idea a través de la institución natural[9]. Esto es, las naciones —como todas las creaciones políticas— constan de una esencia (Villacañas, 2015), la cual es la característica principal de su articulación, debido a que, sin ella, la nación tan solo sería un molde vacío o constituyente, una tabula rasa[10], sin contenido alguno. De este modo, el conservadurismo entiende que la nacionalidad, implica algo más que un carnet de identidad, implica una tradición y herencia política, social y cultural (Caminal, 2020: 285) que se debe mantener, pues nuestra identidad se fundamenta en esto. Así pues, es fundamental entender el contexto nacional del conservador, ya que tal y como comentamos en el anterior epígrafe, la tradición histórica es imprescindible para entender si es necesaria la conservación de forma artificial —pues las prácticas hegemónicas irían contra esta— (Hirschman, 2020), convirtiéndose de facto en un reaccionario, o si por el contrario la autoconservación se garantizará de forma natural.

Por todo esto el conservadurismo —occidental— entiende al liberalismo político y a la democracia de forma funcionalista (Bueno, 2008) y no de forma fundamentalista (Bueno, 2008), debido a que asumen que estos principios son partes del ethos nacional y por tanto favorecen la autoconservación —hasta que dejen de hacerlo—. En otras palabras, los conservadores abrazan de forma contextual el liberalismo político ya que favorece la cohesión social, pero cuando el contexto cambie, podrán despreciarlo, puesto que corrompería la autoconservación. Los conservadores son esencialistas de la nación, y su praxis política es camaleónica (Rivero, 2020: 58), mientras que las ideologías modernas son esencialistas de su corpus ideológico, ya que no se pueden desprender de él. Por este motivo hemos sostenido con anterioridad que el conservadurismo sería una contraideología o una lógica con adaptabilidad ideológica.

La ola nacionalpopulista (Eatwell y Goodwin, 2019) en donde estaría adscrita la Derecha Alternativa, sostiene que es imposible garantizar la autoconservación, cuando por un lado no se respeta el organicismo, ya que rompería la holización atómica liberal, mientras que por el otro la globalización desmantela la soberanía nacional.

La soberanía nacional es la base de la autoconservación, porque una sociedad cosmopolita está en riesgo constante de que culturas e identidades de otros lugares perviertan la herencia adquirida (Antón Mellón y Hernández-Carr, 2016: 26) por la institución natural. De esta forma, el mestizaje cultural sería inapropiado, ya que no respeta el ethos nacional adquirido por nuestros antepasados. Ocurre algo similar con el vaciamiento de competencias estatal, y es que, depender de otros estados económicamente o la creación de un mercado global, resta soberanía económica (Antón Mellón y Hernández-Carr, 2016), y, por tanto, estamos sujetos a sus lógicas de compraventa que las adquirimos de forma paulatina en nuestra cultura, es decir, acaba dañando la autoconservación.

3. Análisis al neoliberalismo

Una vez entendido el por qué de la ruptura del mundo conservador, debemos de señalar cómo se construye su adversario político, pues la derecha se construye contra otro (Bueno, 2008) y la modulación conservadora es contingente a los retos contemporáneos que sufre el organicismo y la autoconservación. Es así como en este epígrafe se pretende realizar una radiografía del neoliberalismo —la Derecha Alternativa lo calificará como liberal progresismo—, y por tanto podremos desvelar por qué la Derecha Alternativa lo entiende como un enemigo.

Tanto la academia como diferentes estudios periodísticos han tendido a caricaturizar una ideología que se ha ido convirtiendo en hegemónica. Sin embargo, sus descripciones, así como sus consecuencias, son muy variadas dependiendo de los diferentes análisis[11], dejando así una carencia de estudio del neoliberalismo (Ghersi, 2004). Se han tachado de neoliberales a actores políticos como Thatcher o Reagan, pasando por Blair o Felipe Gónzalez y acabando por Obama o incluso Zapatero.

Es por ello, que en esta investigación se propone entender el neoliberalismo a dos niveles diferentes, respetando los diversos entendimientos que ofrece la literatura académica, pero entendiendo sus diferencias y matices que ayudarán a una mejor comprensión de la lógica antagónica que compone a la Derecha Alternativa. Los académicos Steger y Roy, en su obra, «Neoliberalismo: una breve introducción» (2011), ya reconocían tres dimensiones diferenciadas para el análisis del neoliberalismo: como ideología, como forma de gobierno y como paquete de medidas económicas (Steger y Roy, 2011: 29). Debido a la similitud entre la segunda y la tercera, y la innecesaria inmersión en su obra para el objeto de estudio de este manuscrito, tan solo se relacionará con dos niveles diferentes.

El primero de ellos entendería el neoliberalismo como una ideología de forma maximalista: son aquellos autores o actores políticos que abogan por la implantación del neoliberalismo de una forma total (Steger y Roy, 2011: 30), tanto económica como política, pues sostienen que un Estado mínimo, con regulaciones beneficiosas para el mercado provocará enriquecimiento social y disminución de la pobreza.

El segundo nivel se entendería como una práctica económica generalizada y hegemonizada: autores o actores políticos que han heredado una praxis económica y un contexto globalizado en el que tanto la visión economicista de la sociedad (Steger y Roy, 2011: 31), como sus prácticas económicas, son imprescindibles para competir en el sistema internacional. Ahora bien, en este segundo nivel no se busca la implantación de un régimen neoliberal de forma máxima, sino que únicamente heredan su razonamiento económico.

Es conveniente advertir que separar al neoliberalismo en dos niveles diferentes, no suponen momentos históricos diferentes —aunque el segundo nivel puede provenir de la hegemonización del primero—, sino que ambos pueden permanecer vivos en actores políticos. Aunque sí parece oportuno diferenciar estas categorías, pues en una sola se abarcaría de forma ridícula a demasiados actores políticos con pretensiones políticas y económicas muy diferentes.

En un primer momento, el neoconservadurismo, al igual que posteriormente la Derecha Alternativa, criticará el neoliberalismo (Bell, 1994) como ideología —del primer nivel—, por tratarse de una ideología, en la que tan solo mantenían la concepción de la naturalización de la desigualdad propia del liberalismo conservador, pero sin ningún tipo de valores, ni pretensiones de autoconservación ni de organicismo. Posteriormente, la Derecha Alternativa criticará al segundo nivel del neoliberalismo, que ellos entienden como liberalismo progresista o globalista (Hawley, 2017) (Hawley, 2019), pues sus «no valores» y su dejadez tanto en la superestructura política como en la negación del organicismo, han provocado que movimientos identitarios posmodernistas entren y penetren en sus políticas, provocando así descohesión social e ingeniería social.

3.1. Neoliberalismo como ideología: programa de máximos y Estado mínimo

La caracterización del neoliberalismo como una ideología, es compleja en sí misma, pues se trata de una «confluencia de familias y acercamientos diferenciados… pero que comparten un punto de partida común, la implementación de modelos económicos alternativos a los creados tras la Segunda Guerra Mundial» (Ahedo y Tellería, 2020: 370). Si pudiésemos trazar una línea general que tratase el neoliberalismo como ideología, podríamos decir que se trata de una ideología que abogaría por un individualismo extremo (Vergara, 2015) y que su objetivo principal es «el establecimiento de instituciones férreas para afianzar la libre competencia y la propiedad privada, mientras se incorpora una lógica competitiva e individualista del mercado» (Ahedo y Tellería, 2020: 371). El entendimiento de todo esto, conlleva la creación del neoliberalismo como una racionalidad, como lo abordaremos en el neoliberalismo de segundo nivel o de prácticas económicas —y racionalidad— hegemónicas.

Como ya hemos anticipado, el neoliberalismo es una reinterpretación del liberalismo económico clásico y una reacción al liberalismo keynesiano e intervencionismo estatal para estimular la economía. El coloquio de Walter Lippmann, celebrado en 1938, se entiende como la «primera internacional neoliberal» (Guillen, 2018: 8), en la que se posicionan totalmente contrarios a los diferentes aumentos de burocracia estatales y ampliaciones de los servicios sociales. Así, dará comienzo a la asociación Mont Pèlerin, en la que posiciones de la escuela austriaca como el ordoliberalismo, tejieron lazos importantes para la creación de una ideología maximalista y totalizadora (Ahedo y Tellería, 2020). La lógica que vertebra esta nueva ideología es el «profundo anticomunismo —y antiestatismo en general— y una lógica de Estado mínimo —a la que se uniría posteriormente en la década de los 70 la Escuela de Chicago—, pero que a su vez, organizaría un Estado firme que pueda garantizar la propiedad privada, la acumulación de capital y el correcto orden del mercado» (Ahedo y Tellería, 2020: 373).

La radicalización de estos postulados por el sector más extremista de la Escuela de Chicago llevará a la división entre neoliberalismo y libertarismo, de la mano de David Friedman —hijo de Milton Friendman—, que ahondará en posiciones anarcocapitalistas, rechazando cualquier tipo de legitimidad de las estructuras estatales. Esto se trata de una ruptura sin paliativos del neoliberalismo como ideología —no como práctica, puesto que comparten la misma racionalidad empresarial— (Ahedo y Tellería, 2020), ya que los neoliberales creen en el Estado como fundamento que garantice el mercado, mientras que para los libertarios se regula de forma natural y su rechazo a las estructuras estatales es de carácter no solo económico, sino también moral.

En suma, el neoliberalismo despoja de conservadurismo al liberalismo conservador, pero mantiene la lógica, extirpando fundamentos tradicionales y sustituyéndolos por lógicas de mercado. Se mantiene la meritocracia y el darwinismo social[12], bajo otro pretexto, la eficiencia —antes moral, ahora económica—. A su vez, el neoliberalismo sería una reinterpretación del liberalismo clásico, «dándole la vuelta al calcetín», ya que existe un reconocimiento del pluralismo de valores que los primeros liberales no reconocían —aunque bajo el yugo de la racionalidad neoliberal—, en la que la construcción de los liberales clásicos se basaba en la división de poderes, mientras que en la de los neoliberales se basa en la construcción de un individuo que pueda desarrollar sus capacidades y deseos gracias al mercado (Díez Gutiérrez, 2015). Sin embargo, esto no es caer en el relativismo absoluto, pues entienden que existen diferentes esferas de acción, determinadas algunas por valores personales y otras guiadas por la razón —como puede ser la economía—. Tal y como señala Weber, estas diferencias de esferas, no suponen la caída en el relativismo —pues en este no seríamos capaces de encontrar verdades construidas de forma racional o razonable—, sino un intermedio entre la razón pura que critican Adorno y Horkheimer en la dialéctica de la ilustración[13] (2007) y el relativismo absoluto (Weber, 2011). En otras palabras, el neoliberalismo se aleja de la Ilustración y por tanto del liberalismo clásico, pues su entendimiento es plural y no monista. Sin embargo, mantiene una misma lógica, y es que a través de la racionalización —individual y contextual— (antes entendida como razón) es capaz de conseguir el avance social, porque la desregularización estatal favorecerá la naturaleza humana de intercambio y de libertad.

La carencia de esos valores y la negativa a la lucha por la superestructura o por dar la batalla cultural, es la crítica que le realiza la Derecha Alternativa, y lo que ciertos autores denominan la «anorexia cultural de la derecha» (Kaiser, 2009), en la que la derecha —refiriéndose a las políticas neoliberales— tan solo actuarían como gestores económicos, asumiendo de forma progresiva las políticas de la izquierda —tanto identitaria posmodernista como liberal—.

El neoliberalismo, al tratarse de una ideología cuya batalla cultural tan solo es económica, tiene más accesible su síntesis con otras ideologías cuyas reivindicaciones sean únicamente culturales (Migdal, 2008), sin que pretendan dotar de una cosmovisión, sino que más bien proponen ciertas reivindicaciones parciales.

Además, tal y como veremos en el siguiente epígrafe, las prácticas neoliberales se han hegemonizado, tanto como forma de racionalidad como en sus prácticas económicas, por lo que esta visión se ha sintetizado con otras ideologías contemporáneas, destruyendo el programa de máximos del neoliberalismo.

3.2. Neoliberalismo como prácticas económicas hegemónicas

El neoliberalismo como racionalidad y práctica económica hegemonizada se trata del éxito ideológico más rotundo posible (Ahedo y Tellería, 2020), donde las decisiones políticas, pasan a verse como técnicas. Se trataría del fenómeno de la pospolítica (Mouffe, 2007) en la que las prácticas y pensamiento se han convertido en hegemón de forma tan clara, que lo que estaría fuera de lo común del marco neoliberal sería entendido como locura (Foucault, 1961).

Esta hegemonización ha producido la penetración de la racionalidad económica no sólo en prácticas empresariales como en los criterios de selecciones de los Recursos Humanos, sino también en las prácticas gubernamentales y públicas, introduciendo criterios de la Nueva Gestión Pública, el manageralismo y la gobernanza entre otros (López, 2005). Quizás se pueda ir más allá, y es que el razonamiento neoliberal ha contaminado hasta las relaciones sociales, desplazando esferas que antes se entendían dentro de la esfera pública a la esfera privada y por tanto, consideradas no politizables, pero que en realidad, están penetradas por la hegemonía neoliberal (Vallès, 2000).

La hegemonía neoliberal «vertebra la gestión de lo común desde los dictados de la economía, o al menos desde una interpretación de la misma, convirtiéndose prácticamente en una nueva ética» (Boltanski y Chiapello, 2002). Se presupone que la idea de cambio y la racionalidad económica es más lógica y se puede llegar a superponer —de forma racional, no ética, pues comprenden la pluralidad de valores, sin ser jerarquizados, pero que esta pluralidad está bajo la ciencia economicista— a otras esferas, pues la única forma de ser libre en un mundo global es la conciencia de uno mismo como empresario y consumidor al mismo tiempo, formando el «homo economicus» (Braun, 2017). Esta nueva racionalidad es percibida como el sentido común, que no es más que una ideología hegemonizada.

La crítica que realiza tanto el neoconservadurismo como la Derecha Alternativa al neoliberalismo como ideología, dada su negación de valores y su particularismo extremo, le hacen romper de forma radical con este. Y es que, el neoliberalismo hegemonizado como racionalidad (Steger y Roy, 2011), tiende a la universalización tanto de la esfera económica como de su racionalidad, sin embargo, las particularidades culturales son aceptadas, siempre que no disputen la hegemonía en la lógica económica. En otras palabras, el neoliberalismo universaliza el pensamiento económico, pero permite la diversidad cultural.

Ahora bien, el conservadurismo no es capaz siquiera de aceptar el universalismo economicista, es decir, asumen que el particularismo cultural es la matriz de la lógica neoliberal, y que el intento de universalización es una forma de dominación (Mouffe, 2007) occidental disfrazada de universalismo. Esto no quiere decir que la Derecha Alternativa no pretenda esta dominación a otras culturas, sino que prescinden de esta «excusa» para ejercerla.

La Derecha Alternativa es puramente particularista, y defiende que las lógicas universalistas son extrapolaciones —e intentos de dominio— de lógicas particulares. Los conservadores no pueden aceptar una racionalidad universalista, pues sostienen que la construcción del pensamiento es gracias a la cultura nacional y a la institución natural.

De igual modo, estas lógicas universalistas —y no defender que es una tradición política particular— conducen a la destrucción del organicismo, ya que no se comprendería la tradición particular en la cual se integran los sujetos atómicos, y por tanto, no se entendería su relación con el todo (Gaudio, 2014) —la cultura propia, que es la originaria de la racionalidad económica—.

A su vez, el neoliberalismo, al aplicar tan sólo la racionalidad económica, se entiende como una ideología económica —o en este caso, tan solo como una práctica—, sin ningún tipo de contenido político que afecte a lo que la Derecha Alternativa denomina «batalla cultural».

Por lo acabado de comentar, la Derecha Alternativa sostiene que, en el liberalismo progresista, debido a la falta de contenido político del neoliberalismo y por su falta de confrontación política, se ha ido produciendo una síntesis entre estas prácticas neoliberales y movimientos posmodernistas y posmarxistas —o marxismo cultural, como la Derecha Alternativa denomina— (Moldbug, 2009).

Y es que, como ya se ha mencionado con anterioridad, el neoliberalismo acepta todo tipo de valores o ideales políticos —movimientos políticos— que no confronten de forma directa la racionalidad neoliberal, puesto que estos movimientos posmodernistas se centran más en la superestructura y en lo simbólico que en la infraestructura y en lo económico (Migdal, 2008). Con ello, no se pretende asumir que los liberal progresistas sean estrictamente neoliberales, sino que serían una síntesis entre el razonamiento neoliberal y posiciones que reconozcan a minorías históricamente perjudicadas. Estos liberal progresistas estarían encarnados por el partido demócrata estadounidense o partidos socialdemócratas y democristianos europeos.

En suma, tal y como sostiene Manin (1998) y como comentaremos en el epígrafe siguiente con el estudio del liberalismo de Freeden (2019) el liberalismo y el neoliberalismo contemporáneo —entendido como una misma familia ideológica—, como se ha mantenido hegemónica en las democracias occidentales, ha querido mostrar una reconstrucción histórica de la misma de forma lineal y teleológica. Es decir, como una misma tradición ideológica ya que ha contado con los recursos pues es hegemónica, ha pretendido reconstruir su historia, reivindicando su pasado como si los primeros liberales tuviesen las mismas reivindicaciones que los contemporáneos. Sin embargo, es necesario entender la tradición de la ideología liberal con unos fundamentos mínimos, en los cuales sus postulados han ido cambiando según el momento y según han ido sufriendo choques con otras ideologías (Freeden, 2019). Es así, como puede parecer pertinente entender el liberalismo como capas que se solapan unas a otras (Freeden, 2019) y que pueden entender contradicciones entre sí —en sus objetivos y en sus fundamentos, como podría ocurrir con el neoliberalismo—, pero la reivindicación de la denominación liberal será la misma, por lo que su tradición conlleva.

Esto no debemos entenderlo como un suceso aislado en la tradición liberal, también podemos ver en cierto modo, algo similar con la tradición marxista. Y es que, el posmarxismo se fundamenta en lo retórico (Laclau y Mouffe, 1985), y el materialismo no es entendido por un determinismo economicista.

4. Permeabilidad de movimientos posmodernistas en las prácticas neoliberales: anti-organicismo

En el epígrafe anterior, hemos señalado la crítica que hace la Derecha Alternativa al neoli­be­ra­lismo —liberal progresismo— por su falta de valores conservadores que provoca la dejación de la batalla cultural y, por tanto, la síntesis con movimientos identitarios posmo­der­nis­tas que rompen el organicismo, la armonía social y que buscan de forma activa la ingeniería social (Rueda, 2021). En este epígrafe deberíamos de señalar cómo se ha ido produciendo esta síntesis, y por qué la creación de ese matrimonio de conveniencia.

En coherencia con lo anteriormente mencionado, la segunda capa del liberalismo (Freeden, 2019), encaja con la descripción del neoliberalismo —aunque el autor nunca lo llame de esta forma—, en la cual se asume que la mejor forma que tiene el individuo para relacionarse es el mercado, pues este garantiza la autorrealización de las personas y el enriquecimiento individual en un primer momento, pero colectivo posteriormente. Precisamente esta capa entra en contradicción con la cuarta, en la que se entiende que se trata del socioliberalismo, en la que se asumen que ciertos derechos sociales básicos, la mantención de infraestructuras comunes y el cobro de impuestos, hacen llegar a una igualdad mayor que favorecerá el desarrollo y enriquecimiento colectivo. En la lucha de estas dos capas, podemos ver, como hemos mencionado en los epígrafes anteriores, la lucha entre el liberalismo social y el neoliberalismo.

Sin embargo, en este epígrafe debemos de detenernos en la quinta capa (Freeden, 2019), esto es, el reconocimiento de grupos subalternos y la aparición de diferencias sociológicas y culturales. Es decir, este liberalismo —contemporáneo— reconoce que no solo el factor ideológico o las ideas de los individuos hacen que piensen de forma diferente, sino que tanto sus condiciones materiales como su trasfondo social pueden hacerles pensar de una forma sustancialmente diferente. Como se puede intuir, esto es totalmente irreconciliable para los conservadores y más concretamente para la Derecha Alternativa, pues la existencia de grupos sociales dentro de la categoría «ciudadanos», pone en entredicho la holización atómica liberal (Bueno, 2003) que proponía el liberalismo clásico. Es decir, reconocer que existen grupos sociales desfavorecidos de forma previa y estructural, es totalmente contrario al organicismo (González y Rodríguez Moreno, 2020) —es necesario recordar que el organicismo entiende que existen desigualdades, pero es imposible atajarlas, por lo que no es pertinente reconocer a grupos sociales oprimidos, ya que todas las personas pertenecen a grupos que son más perjudicados que otros y viceversa, no entiende la primacía de algunos grupos oprimidos sobre otros—. Así, con el reconocimiento de clases sociales, los identitarismos posmodernistas, e incluso identidades nacionales, más allá de la identidad nacional política —proceso culminado tras una holización atómica—, como puede ser la creación de una nación política (Francia en 1789 o España en 1812), se resquebraja el carácter universalista y objetivista del liberalismo —raciouniversalista en palabras de Bueno— para adoptar posiciones particularistas influenciadas por la posmodernidad, lo que Bueno denomina izquierda indefinida (Bueno, 2003).

El liberalismo progresista —entendido bajo los parámetros de la Derecha Alternativa—, pretendería acabar con el organicismo anteriormente dado, pues asume que le es rentable electoralmente nutrirse de cuestiones identitarias provenientes de la teoría crítica y el marxismo cultural (Moldbug, 2009). Los liberal progresistas ven una oportunidad política (Tarrow, 1997) difícil de desaprovechar, pues desincentivan movimientos que cuestionan el sistema económico y premian movimientos políticos que favorezcan el reconocimiento (Fraser y Honneth, 2006), de tal forma que son los propios liberal progresistas los que reivindican las desigualdades sociales de carácter estructural y velan por la corrección de las mismas. Algunas de estas reivindicaciones que hacen públicas son su lucha por la igualdad de género, la inclusión de personas pertenecientes al colectivo LGTB o la inclusión de personas racializadas. Es decir, hacen suyas las reivindicaciones de los identitarismos posmo­der­nis­tas, produciéndose una síntesis entre ambas ideologías o praxis políticas.

Sin embargo, es preciso entender que estos movimientos, al menos los primeros promotores, no provienen de la familia ideológica liberal, sino de movimientos posmarxistas. No obstante, muchos de estos movimientos ven una oportunidad política en la propaganda que les proporcionan los liberal progresistas ya que podrían promover un programa de mínimos de sus objetivos —ya que el programa de máximos suele estar relacionado con ciertos cambios económicos estructurales—, es decir, una reinterpretación de los liberal progresistas de los objetivos de los mismos. En pocas palabras, los movimientos identitarios posmodernistas ven una forma de financiación de sus políticas —aunque de forma minimalista— y de convertir sus reivindicaciones en hegemónicas, aceptando el matrimonio de conveniencia con el liberalismo progresista (Nagle, 2017).

Al mismo tiempo, los liberal progresistas quieren por un lado, absorber a la izquierda antes entendida como radical o antisistema, pues pretendían cambios económicos estructurales, para absorber sus demandas sociológicas (Bueno, 2003) y ensanchar su espectro político. De esta forma, lo anteriormente considerado como radical es actualmente parte de la hegemonía y de lo «políticamente correcto» (Moldbug, 2009). Mientras que, por otro lado, desarticulan a toda la oposición de su izquierda. Así, surge una moralización de estas políticas, en la que ir contra ellas o tan solo cuestionarlas se entiende como una agresión a lo que es moralmente correcto y aceptado. Es decir, la articulación tras esto se puede ver reflejada en estos ejemplos: no ser feminista equivale a ser machista, no ser pro-LGTB significa ser homófobo o tránsfobo… Por lo que tan solo una opción es la correcta, mientras que la otra es moralmente reprochable, puesto que posiciones intermedias entrarían en lo reprochable, al presentarse una opción como la única buena posible. Así, surge lo que la Derecha Alternativa entiende como liberalismo Woke o Social Justice Warriors[14] (­Nagle, 2017), esto es, militantes que entienden la política como una teología política (­Weber, 2011) en la que la rivalidad política se entiende entre buenos y malos, despojando al rival político de humanidad, pues desea el mal social.

Esto es entendido por la Derecha Alternativa como el fin del organicismo, puesto que conlleva a una descohesión social (Gaudio, 2014). Es por ello, que su máxima política es acabar con los movimientos identitarios posmodernistas que únicamente son hegemónicos gracias al liberalismo progresista, por lo que la Derecha Alternativa asume que, en definitiva, son lo mismo.

5. La religión del dinero: Globalización en favor de élites económicas mundiales que pretenden la destrucción de la autoconservación

La Derecha Alternativa señala que la ruptura del organicismo y por tanto poner la autocon­ser­va­ción en peligro —por temas organicistas— no es el único peligro que representan los liberal progresistas para las sociedades occidentales. Ya que la falta de valores no es tan solo un peligro para el infra-mantenimiento social, sino que la unión de pueblos sustancialmente diferentes no solo pone en peligro la autoconservación, sino que sería la antítesis, pues proponen la asimilación de culturas diferentes a través de un nexo en común, la «religión del dinero».

De este modo, la Derecha Alternativa achaca a los liberal progresistas que su plan es la dominación del mundo a través de la disolución de países y Estados, hegemonizando así prácticas neoliberales en las que los ethos nacionales queden relegados por prácticas comerciales únicamente (Mann, 2000). En realidad, «la internacionalización en sí misma —entiéndase como globalización— es una estrategia geopolítica de los Estados dominantes para hegemonizar su poder» (Mann, 2000) de los Estados occidentales sobre los países que se encuentran en el sur (Taylor y Flint, 1994), pero los conservadores no podrían aceptar esta dominación, puesto que como hemos dicho anteriormente, son esencialistas de la nación y por tanto no tendrían sujeto político que conservar.

Grandes empresas transnacionales serían las garantes de mantener la cultura —si es que la hegemonía cultural que quieren implantar se puede denominar cultura y no prácticas de consumo— de la religión del dinero, en la que, según la Derecha Alternativa, pretenden suministrar productos y aumentar su producción gracias a lo políticamente correcto y a productos woke[15] —productos politizados como tazas del Che Guevara, camisetas antirracistas o pro-LGTB—.

Es imprescindible hacer una referencia al conspiracionismo de la Derecha Alternativa con los grandes «filántropos», esto es, magnates y multimillonarios de alcance global que pretenden realizar inversiones políticas en forma de caridad (Taylor, 2020). La Derecha Alternativa tiene una fijación especial con magnates como Soros, Bill Gates o Z­uckerberg, pues sostienen que sus donaciones millonarias y sus fundaciones sin ánimo de lucro, en realidad buscan fines políticos, que es una mayor globalización económica y el desmantelamiento de la estructura estatal. Para ello, no dudarían en hacer proselitismo de movimientos identitarios posmodernistas y de sus políticas woke, y otros movimientos transna­cio­nales (Mann, 2000), para promover la disolución del Estado. De hecho, sostienen que existe una estructura internacional para mantener la hegemonía de estas políticas, en la que se apoya de forma indirecta en estas empresas transnacionales y en las GAFAM[16], en organismos internacionales como la ONU o el BM y en Estados occidentales.

Según la Derecha Alternativa, el plan de este entramado internacional es el progresivo desmantelamiento del Estado en favor de una globalización económica mundial (González y Rodríguez Moreno, 2020), en un primer momento, para posteriormente favorecer una globalización política, primero en organizaciones supraestatales regionales como la Unión Europea, Mercosur o el NAFTA, para posteriormente ceder el poder a entidades globales. Esta concepción de lo internacional choca sustancialmente con el pensamiento conservador, pues son mucho más cercanos al realismo en las relaciones internacionales, mientras que los liberal progresistas estarían dentro de la escuela liberal o idealista.

Es fundamental entender esto, pues para los conservadores, se trata de una forma de dominación, pues se intenta expandir el ethos nacional —destruyendo el Estado—, mientras que para los liberales tan solo ampliarían el consenso internacional y el desarrollo de los Derechos Humanos, valores que creen universales.

En definitiva, la Derecha Alternativa sostiene que la destrucción del Estado o el desmantelamiento de sus competencias socava la soberanía nacional y rompe la holización atómica liberal (Bueno, 2003), por lo que ve inconcebible la globalización liberal progresista. La cultura y la institución natural deberá prevalecer y no entremezclarse, pues esto conlleva a un mestizaje en donde la cultura perdería valor frente al economicismo, que es en sí mismo una forma de dominación ideológica (González y Rodríguez Moreno, 2020). No solo eso, sino que, por el momento, lo único que puede garantizar la autoconservación es una nación soberana, con un ethos nacional propio, por lo que no sería posible la autoconservación en plataformas regionales, más allá de la defensa común de ethos nacionales particulares.

6. Conclusiones

Como hemos podido comprobar en el primer epígrafe, el conservadurismo occidental ha roto el matrimonio de conveniencia con el liberalismo, por la imposibilidad de garantizar el organicismo y la autoconservación. Esto se debe, tal y como se ha detallado en el segundo epígrafe, a que ven inaceptables los nuevos postulados de la quinta capa del liberalismo (Freeden, 2019) o del neoliberalismo de segundo nivel, ya que a ojos de la Derecha Alternativa rompen el organicismo y ponen en peligro la autoconservación, o incluso pretenden eliminarla. Justamente para ello, como heredera del neoconservadurismo, la Derecha Alternativa nace para combatir a sus nuevos enemigos, ya que como hemos recordado, los movimientos políticos de derecha son particularistas y se construyen contra algo (Bueno, 2008). La Derecha Alternativa toma el testigo del neoconservadurismo e intenta ridiculizar y satirizar tanto a los movimientos identitarios posmodernistas como a los liberal progresistas, que en última instancia sostienen que son lo mismo, o que por lo menos, se necesitan para sobrevivir.

La Derecha Alternativa realiza una caricaturización tanto de los liberal progresistas como de los movimientos posmodernistas. Es decir, los fundamentos de la propia Derecha Alternativa son construidos por la previa construcción de sus enemigos, la cual se basa en una exageración y ridiculización de estos. Esta construcción del rival sería imposible sin su carácter conspiranoico, y es que, gracias a diferentes teorías conspiranoicas como el Plan Kalergi[17], envuelven a sus rivales políticos en un misticismo y opacidad, que les ubica en la otredad populista (Maldonado, 2020).

Ahora bien, la Derecha Alternativa no llega a moralizar a sus enemigos, son conscientes de que se trata de una lucha política, en la que el desprestigio es fundamental para conseguir la hegemonía cultural.

Para concluir este manuscrito, es pertinente remarcar que la activación de la Derecha Alternativa como movimiento político, se debe tan solo a que se ve capaz de liderar la ola nacionalpopulista (Eatwell y Goodwin, 2019) y por tanto de liderar el movimiento conservador que ve con intransigencia el liberalismo contemporáneo. Es decir, el único cometido de la Derecha Alternativa es dar la batalla cultural (Kaiser, 2009) y encauzar primeramente el organicismo para volver a dar un sentido al ethos nacional y garantizar la soberanía nacional y su autoconservación.

Referencias bibliográficas

Adorno, T. y Horkheimer, M. (2007). La dialéctica de la Ilustración. Madrid: Akal.

Aguilera de Prat, C. R. (2020). Democracia Cristiana. En Antón, J. y Torrens, X. (eds.), Ideologías y movimientos políticos contemporáneos (pp. 370-419). Madrid: Tecnos.

Ahedo, I. & Tellería, I. (2020). Neoliberalismo. En Antón, J. y Torrens, X. (eds.), Ideologías y movimientos políticos contemporáneos (pp. 370-419). Madrid: Tecnos.

Ahumada, C. (2002). La ideología neoliberal: una justificación teórica del predominio de los poderosos. Papel Político, Vol. 14, n.º 1, pp. 37-58.

Antón Mellón, J. y Hernández-Carr (2016). El crecimiento electoral de la derecha radical populista en Europa: parámetros ideológicos y motivaciones sociales. Política y Sociedad, Vol. 1, n.º 53, pp. 17-28.

Baqués, J. (2020). Neoconservadurismo. En Antón, J. y Torrens, X. (eds.), Ideologías y movimientos políticos contemporáneos (pp. 420-430). Madrid: Tecnos.

Bell, D. (1994). Las contradicciones culturales del capitalismo. Madrid: Alianza.

Berger, P. L. (1986). La revolución Capitalista: cincuenta proposiciones sobre la prosperidad, la igualdad y la libertad. Barcelona: Península.

Bocardo, E. (2007). El giro Contextual: cinco ensayos de Quentin Skinner, y seis comentarios. Madrid: Tecnos.

Boltanski, L. y Chiapello, E. (2002). El nuevo espíritu del capitalismo. Madrid: Akal.

Braun, W. (2017). El pueblo sin atributos: La secreta revolución del neoliberalismo. Barcelona: Malpaso ediciones.

Bueno, G. (2008). El mito de la derecha. Madrid: Ediciones Martínez Roca.

Bueno, G. (2003). El mito de la izquierda. Barcelona: Ediciones B.

Caminal, M. (2020). Nacionalismo. En Antón, J. y Torrens, X. (eds.), Ideologías y movimientos políticos contemporáneos (pp. 282-309). Madrid: Tecnos.

Catalina, C. (2021). La herida de la integración fordista. Notas para una genealogía del darwinismo social neoliberal. En Villacañas, J. L. y Garrido, A. (eds.), Republicanismo, nacionalismo y populismo como formas de la política contemporánea. Madrid: Dado Ediciones.

Del Águila, R. (2002). ¿De nuevo el fin de las ideologías? En Antón, J. (ed.) Las ideas políticas en el siglo xxi (pp. 59-67). Madrid: Ariel.

Del Campo, M.E. (2007). ¿Otra oportunidad para la política? Los grupos de presión y el segundo circuito de la política. Temas para el debate, Vol. 7, n.º 152, pp. 68-70.

Díez Espinosa, J. R. (2007). Sociedad de masas e integración política en la Alemania de entreguerras. Investigaciones Históricas: Época Moderna y Contemporánea, Vol. 1, n.º 27, pp. 179-208.

Díer Gutierréz, E. J. (2015). La educación de la nueva subjetividad neoliberal. Revista Iberoamericana de educación, Vol. 68, n.º 2, pp. 157-172.

Donoso, C. (2022). Ensayo sobre catolicismo, el liberalismo y el socialismo. Madrid: Verbum.

Eatwell, R. y Goodwin, M. (2019). Nacionalpopulismo: Por qué está triunfando y de qué forma es un reto para la democracia. Barcelona: Península.

Férriz, R. (2018). 1968: El nacimiento de un nuevo mundo. Barcelona: Debate.

Fraser, N. y Honneth, A. (2006). ¿Redistribución o reconocimiento?: Un debate político-filosófico. Madrid: Ciencias sociales.

Freeden, M. (2019). Liberalismo. Una introducción. Barcelona: Página Indómita.

Foucault, M. (1961). Historia de la locura en la época clásica. México D.F: Fondo de Cultura Económica.

Gaudio, M. (2014). Uno y todo: del romanticismo al organicismo de Fichte. Revista de Es­tud(i)os sobre Fichte, Vol. 2, n.º 9, pp. 16-31.

Ghersi, E. (2004). El mito del neoliberalismo. Estudios públicos, Vol. 1, n.º 95, pp. 293-313.

González Cuevas, P. C. (2017). Derechas y fascismo en la obra de Stanley G. Payne. La albolafia: Revista de Humanidades y Cultura, Vol. 2, n.º 11, pp. 63-78.

González-Páramo, A. (2018). El auge de la ultraderecha en Europa y los discursos xenófobos. Anuario Ceipaz, Vol. 1, n.º 11, pp. 27-42.

González, J. y Rodríguez Moreno, A. C. (2020). Guerra cultural en el capitalismo tardío: apuntes desde el libro negro de la nueva izquierda, un análisis a partir de la obra del pensador Slavoj Žižek. Razón Crítica, Vol. 1, n.º 9, pp. 69-101. DOI: 10.21789/25007807.1611

Gordon, P. (2008). What is Intellectual History? A frankly partisan introduction to a frequently misunderstood field. En The Harvard Colloquim for Intellectual History. Cambridge: Working Paper Universidad de Harvard.

Guillen, H. (2018). Los orígenes del neoliberalismo: del coloquio Lippmann a la Sociedad Mont Pèlerin. Economía unam, Vol. 15, n.º 43, pp. 7-42.

Hawley, G. (2017). Making Sense of the Alt-Right. Nueva York: Columbia University Press.

Hawley, G. (2019). The Alt-Right: What Everyone Needs to know. Oxford: OUP USA.

Hawley, G. (2021). The «Groyper» movement in the US: Challenges for the post-Alt-right. En McAdams, A y Castrillon, A. (eds.), Contemporary Far-Right Thinkers and the Future of Liberal Democracy (pp. 225-241). Londres: Routledge.

Hirschman. A. (2020). La retórica reaccionaria. Madrid: Clave intelectual.

Kaiser, A. (2009). La fatal ignorancia: La anorexia cultural de la derecha frente al avance ideológico progresista. Madrid: Unión editorial.

Kanai, A y Gill, R. (2020). Woke? Affect, Neoliberalism, Marginalised Identities and Consumer Culture. New Formations: a journey of culture, theory and politics, Vol. 1, n.º 102, pp. 10-27.

Laclau, E. y Mouffe, C. (1985). Hegemonía y estrategia socialista: Hacía una radicalización de la democracia. México D.F: Siglo XXI.

López, A. (2005). Los fundamentos de la Nueva Gestión Pública: lógica privada y poder tecnocrático en el Estado mínimo. En Thwaites Rey, M y López, A. (eds.), Entre tecnócratas globalizados y políticos clientelistas. Derrotero del ajuste neoliberal en el Estado argentino (pp. 69-88). Buenos Aires: Prometeo.

Maldonado, M. A. (2020) Populismo. En Antón, J. y Torrens, X. (eds.), Ideologías y movimientos políticos contemporáneos (pp. 339-369). Madrid: Tecnos.

Manin, B. (1998). Los principios del gobierno representativo. Madrid: Alianza Editorial.

Mann, M. (2000). ¿Ha terminado la globalización con el imparable ascenso del Estado nacional? En Monedero, J. C. (ed.) Cansancio del leviatán: problemas políticos de la mundializaión (pp. 231-260). Madrid: Trotta.

McCracken, A. (2017). Tumblr youth subcultures and media engagement. Cinema Journal, Vol. 57, n.º 1, pp. 151-161.

Migdal, J. (2008). Estudiar el Estado. Revista Académica de Relaciones Internacionales, Vol. 2, n.º 8, pp. 277-318.

Molas, B. (2022). «Con suerte, llegará el día de Nietzsche»: las raíces iliberales de la Alt-Right. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, Vol. 1, n.º 132, pp. 71-93.

Moldbug, M. (2009). A Gentle Introduction to Unqualified Reservations. San Francisco: Unqualified Reservations.

Mouffe, C. (2007). En torno a lo político. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Murciano, A. F. (2011). Providencialismo, decisionismo y pesimismo antropológico. Influencia de Joseph De Maistre en la teología política de Donoso Cortés. Hispania Sacra, Vol. 63, n.º 127, pp. 235-260.

Nagle, A. (2017). Kill all Normies: Online Culture wars from 4Chan and Tumblr and the Alt-Right. New Alresford: Zero Books.

Nebrera González, M. (1986). Nota sobre el Darwinismo Social. Anuario de Filosofía del Derecho, Vol. 1, n.º 3, pp. 469-478.

Noya, J. (2018). Mayo del 68: Barricadas misteriosas: las críticas de la izquierda ayer y hoy. Madrid: Los libros de la catarata.

Payne, S. (1986). ¿Qué significa el término fascismo? En Payne, S. (ed.), El fascismo (pp. 9-28). Madrid: Alianza Editorial.

Rallo, J. R. (2019). Liberalismo: los 10 principios básicos del orden político liberal. Barcelona: Planeta.

Raim, L. (2017). La derecha «alternativa» que agita a Estados Unidos. Nueva sociedad, Vol. 1, n.º 267, pp. 53-71.

Reguera, M. (2017). Alt Right: radiografía de la extrema derecha del futuro. Ctxt. Disponible en: https://ctxt.es/es/20170222/Politica/11228/Movimiento-Alt-Right-EEUU-Ultraderecha-Marcos-Reguera.htm [consultado el 10/05/23].

Rivera García, A. (2010). El enemigo de la metafísica revolucionaria: Edmund Burke, entre el liberalismo y el tradicionalismo. Revista de estudios políticos, Vol. 2, n.º 150, pp. 111-141.

Rivero, Á. (2020). Liberalismo Conservador. En Antón, J. y Torrens, X. (eds.), Ideologías y movimientos políticos contemporáneos (pp. 43-59). Madrid: Tecnos.

Rueda, D. (2021). Los fundamentos ideológicos de la Alt-Right: del paleoconservadurismo a la fascistización. Encrucijadas. Revista crítica de Ciencias Sociales, Vol. 21, n.º 2, pp. 1-28.

Skinner, Q. (1969). Meaning and Understanding in the History of Ideas. History and theory, Vol. 8, n.º 1, pp. 3-53.

Sloterdijk, P. (2003). Esferas I: Burbujas. Microsferología. Madrid: Siruela.

Steger, M. y Roy, R. K. (2011). Neoliberalismo: una breve introducción. Madrid: Alianza Editorial.

Tarrow, S. (1997). El poder en movimiento. Movimientos sociales, acción colectiva y política. Madrid: Alianza Editorial.

Taylor, B. (2020). Alt-Right. En Casey, Z. A. (Ed.) Encyclopedia of Critical Whiteness Studies in Education (pp. 15-22). Leiden: Brill.

Taylor, P. y Flint, C. (1994). Geografía política: Economía mundo, estado-nación y localidad. Madrid: Trama editorial.

Vallès, J. (2010). Manual de Ciencia Política. Barcelona: Ariel.

Vergara, J. (2015). Mercado y sociedad: La utopía política de Friedrich Hayek. Bogotá: Corporación Universitaria Minuto de Dios-Uniminuto.

Vicén, F. G. (1984). El darwinismo social: Espectro de una ideología. Anuario de Filosofía del Derecho, Vol. 1, n.º 1, pp. 163-176.

Villacañas, J. L. (2015). Historia del poder político en España. Barcelona: RBA Libros.

Villar Borda, L. (2006). Donoso Cortés y Carl Schmitt. Medellín: Universidad de Colombia.

Weber, M. (2011). El político y el científico. Madrid: Alianza editorial.

[1] El paleoconservadurismo es un movimiento político estadounidense. Sus características principales son un conservadurismo exacerbado que se aleja de las posturas liberal conservadoras. Sin embargo, existe una problemática de entendimiento con la literatura anglosajona. Y es que, al entender a los liberales como progresistas, denominan neoconservadores a lo que la academia europea caracteriza como neoliberal. Por tanto, cuando habla sobre el paleoconservadurismo, que no es más que la radicalización del conservadurismo, en realidad, se trataría del neoconservadurismo de Bell (1994) y Berger (1986). Por ello, quizás habría que entender las referencias neoconservadoras estadounidenses como democristianas europeas.

[2] Ideologías posmodernistas: Se debe diferenciar entre posmodernidad —época cultural en la que se encuentra tanto la Derecha Alternativa como las identidades posmodernas— e ideologías posmodernistas. Esto es, aquellas ideologías que se basan en la identidad para explicar un fenómeno social, lo que la derecha alternativa denomina marxismo cultural. En suma, la Derecha alternativa es posmoderna y se configura contra ideologías posmodernistas.

[3] Pepe the frog: Se trata de un meme utilizado por la Derecha Alternativa de una rana que tiene forma antropomórfica, que caricaturiza a un miembro de la Derecha Alternativa. Sostienen —irónicamente— que dicha rana tiene la capacidad de adentrarse en los líderes políticos y esta adquiere su forma.

[4] Revolución conservadora: Este término hace referencia a la revolución conservadora alemana en el periodo de entreguerras. El conservadurismo se reformuló y pasó de ser una (contra) ideología aristocrática para ser el nuevo fenómeno de masas, entendiendo que la soberanía popular y la sociedad de masas era el futuro (Díez Espinosa, 2007). De esta revolución nacerán nuevos movimientos políticos concretos.

[5] Fascismos, Derechas radicales y conservadurismos autoritarios: Se trataría de tres movimientos políticos diferenciados dentro de las revoluciones conservadoras. En ocasiones se ha tendido a aunar a todos ellos dentro del fascismo, pero lo cierto es que tienen diferencias significativas (González Cuevas, 2017).

[6] Tesis del riesgo: Se trata de la última tesis de intransigencia según Hirschman (2020). Esta tesis entiende que las reformas propuestas dañarán las reformas anteriores, por lo que la nueva reforma desajustará la armonía creada por las anteriores. De tal forma que el cambio propuesto producirá costes inadmisibles y consecuencias inaceptables.

[7] Intradarwinismo social: Con este término me refiero a la concepción conservadora de que los individuos deben subsistir por sus propios méritos en una sociedad desigual (Nebrera González, 1986), como un proceso de selección natural. Haciendo valer así sus capacidades como sus aptitudes para conseguir un puesto más reconocido en la sociedad. Para este manuscrito se ha precisado la utilización del prefijo «intra», para diferenciarlo de las concepciones darwinistas sociales desde una perspectiva civilizatoria, también conocido como darwinismo social imperialista (Vicén, 1984).

[8] Holización atómica: Se trata de un término buenista (2003), en la que las diferentes generaciones de izquierda definidas —sólo puede ser la izquierda puesto que la derecha no busca la holización atómica y no se basa en el raciouniversalismo— promueven la destrucción de las jerarquías del sistema político anterior, en la que las personas se concentran en un mismo nivel. Debemos de tener en cuenta que se trata de un plano teórico, en el que las izquierdas definidas no contemplan esas jerarquías, aunque otra generación pueda desenmascarar o evidenciar esas jerarquías. Esto se puede ver significativamente con el proyecto holizador del liberalismo, en la que todas las personas se convierten en ciudadanos —sin jerarquía— sin embargo, la cuarta generación, la socialdemocracia, evidencia una jerarquía oculta y que no reconoce la izquierda liberal: la clase social.

[9] Institución natural: Se refiere a actos, creencias y rituales de una comunidad política concreta. Estos actos son compartidos por toda la comunidad, ya que sus miembros los interiorizan y posteriormente los exteriorizan, produciendo así un proceso de aprendizaje. Estos actos pueden ir sufriendo pequeñas transformaciones, que se producen de forma natural, paulatina y gradual. La institución natural más extendida es la familia, en la que la memética es reproducida de generación en generación (Rivero, 2020: 50).

[10] Tabula rasa: Término aristotélico que hace referencia a que los individuos nacen con la mente vacía y por tanto, todos los conocimientos de estos provienen del aprendizaje.

[11] Autores sostienen que el neoliberalismo se trata de una ideología concreta (Ahumada, 2022) —semejante al libertarismo—, otros de prácticas económicas como culturales (Braun, 2017) (Catalina, 2021), otros afirman que no existe tal fenómeno (Rallo, 2019) (Ghersi, 2004).

[12] Darwinismo social: Como ya he mencionado en la nota de página seis, cuando me refiero a este término, no lo hago referenciando la dominación civilizatoria, sino desde un prisma endógeno a la sociedad. Es decir, debido a la naturalización de la desigualdad, los más capaces deben de sobrevivir y sobreponerse a los menos fructíferos, creando así jerarquías y formas de competición hegemónicas.

[13] Dialéctica de la ilustración: Se trata de un libro escrito por Adorno y Horkheimer (2007) en donde tanto ellos como integrantes de la teoría crítica sostienen que la Ilustración abandera la razón en un sentido monista, es decir, es pasar del monismo divino a un tipo de lógica en la que la razón tiene la capacidad de resolver todos los problemas del hombre —en todas las esferas— y poner la naturaleza al servicio de la humanidad. La teoría crítica, al igual que otros muchos autores, ha planteado diversas objeciones a esta perspectiva, pues se basa en un axioma aparentemente falso: los problemas de la humanidad y de todas las personas —tanto en su conjunto como de forma individualizada— tienen la capacidad de superarse a través de la razón y de la técnica. Es por ello que Horkheimer y Adorno sostienen que esta razón esconde el sometimiento de clase. Precisamente el cuestionamiento de esa visión teleológica es la que será el embrión de un nuevo contexto cultural: la posmodernidad.

[14] Social Justice Warriors: Es un término utilizado por la Derecha Alternativa. Este término intenta ridiculizar a los activistas que luchan por lo «políticamente correcto» o que creen que la política y la moral son inseparables (McCracken, 2017). Este tipo de activistas sostendría que la extrema derecha es intrínsecamente mala y que tiene objetivos malvados.

[15] Woke: Se trata de un término despectivo que haría referencia al antirracismo, anti-especismo, feminismo y otros movimientos «identitarios» estadounidenses. Es utilizado por la Derecha Alternativa para ridiculizar las actuaciones de Black Lives Matter y otras organizaciones señaladas como de «izquierdas», ya que las considera obscenas y grotescas (Kanai y Gill, 2021). La Derecha Alternativa utiliza el término de forma despectiva para señalar a la «progresía» y sus políticas de reconocimiento que en realidad, no cambian nada de las condiciones materiales.

[16] GAFAM: Se trata de siglas que significa, Google, Apple, Meta (Facebook), Amazon y Microsoft. Este término hace referencia a las grandes corporaciones Big Tech. Esto es, las empresas relacionadas con la tecnología y que son las más pujantes en la contemporaneidad.

[17] Plan Kalergi: Se trata de una teoría de la conspiración, relacionado con el mundo conservador y nacionalista, en la que se sostiene que existe un proyecto en marcha por las élites globales que consiste en promover la inmigración masiva de personas del tercer mundo para entremezclarse con la raza blanca y así disolverla (González-Páramo, 2018).